lunes, 9 de marzo de 2015

El arte de superar.

¡Buenos días mis artistas!
Lo que traigo hoy es la muestra de lo más grande que he hecho hasta el momento. Superar. Salir adelante. Volver a ser feliz. Cosas que hace un año creía imposibles y que ahora estoy disfrutando. Cosas que me han dado un par de lecciones, entre ellas, que cuando has caído y te levantas, eres más fuerte. 
Igual que en la pintura, la sombra siempre está justo al lado de la luz más intensa, no hay luz sin sombra ni sombra sin luz:

Ahora miro atrás y me estremezco. Se me eriza la piel solo de pensar en todo por lo que he pasado, lo que he vivido y lo que han sufrido por mí. Realmente horrible pensar en todas las noches entre lágrimas, pesadillas y sueños rotos. Y espejos rotos. Y piel rota. Y los tatuajes de la desesperación. Y furia. Y asco.  Y miedo. Y lo que sentía cada vez que veía en el espejo a una persona que no era yo, cada vez que la veía a ella. La que me manipulaba, me odiaba, y me hacía prisionera de una cárcel de mentiras. Y de punzadas agudas en el estómago. Y de huesos. Y de kilos. Y de largas conversaciones en silencio. Con el silencio. Lo que sentía cada vez que alguien me decía que no estaba sola. Ni gorda. Y mentía. Y yo seguía sola. Y esa extraña relación de amor-odio con el espejo, la relación con un amigo demasiado sincero. O demasiado embustero. Esa inseguridad que me acompañaba a todas partes como una sombra oscura y negra, que vivía en mí y me susurraba al oído: "solo unos kilos menos". El juego se torció, y se volvió peligroso. 
Y ahora esos recuerdos viven en mi. Duermen conmigo. Y yo los conservo como algo ácido, pero insoportablemente dulce. Porque el tiempo que me separa de ellos no ha conseguido borrar en mí la huella de la felicidad. Sí, felicidad. La felicidad que sentía al conseguir evitar un puñado de calorías. Esa endemoniada felicidad llamada anorexia.


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